miércoles, 28 de marzo de 2018

Los últimos olmos de Castilla

Han talado los olmos de mi barrio. La grafiosis ha vencido en mortal partida a décadas, incluso siglos, de presencia, sombra y arrullos. Maldita grafiosis, asesina de tantos olmos de mi tierra. Sólo uno se resiste, centenario y comunero, en la esquina de las calles Juan Bravo y Castelló.

Olma vieja de los pueblos, ·”gernikako arbola” castellano, cuya sombra desde medievales tiempos amparó concejos y disputas, pláticas y cortejos. “Olmo viejo hendido por el rayo” al que tuvo que cantar un vate andaluz, falto de abogados en su tierra.

Han talado los olmos de mi barrio. De ellos sólo quedan anchos tocones de anillos concéntricos, silentes testigos de estaciones cambiantes, tiempos yeyés, transiciones, vidas consumidas, taxis franjirrojos y taxis blanquinegros.

Han muerto los olmos ante la indiferencia y el desinterés de sus vecinos, esos urbanitas preocupados por abandonar la ciudad en Semana Santa, cambiar las aceras por el asfalto carretero y el vermú del domingo por paella en el chiringuito playero.

Miércoles santo de un barrio, de un país, cada día menos santo. Camino de minoría los que honran y conmemoran el acto de amor supremo de un Dios que se hizo hombre y sufrió humillación, muerte y tortura. Incluso entre los que aparentemente le recuerdan es amplia la tribu de idólatras de policromados maderos y folclóricos eventos.

Qué más le dan al madrileño urbanita (1) los olmos, Jesús y su Santa Madre, nuestros campos y ríos , la agonía de las provincias vecinas (2) o el genocidio cultural y demográfico de su pueblo (3)

Mientras haya fúrgol, “sálvame”, Iphones y playa, qué más da lo demás. Patrioteros de bandera con torito a los que da igual todo lo bello y lo bueno que se desvanece ante sus ojos.


Han talado los olmos de mi barrio. De ellos sólo quedan anchos tocones. Madera perdida para siempre. Vidas perdidas para siempre. Como nuestras vidas. Exactamente como nuestras vidas.



(1)Ciudadano del mundo, adalid del cosmopaletismo, azote de paletos, verdugo del campo por omisión

(2)¿Sabéis que el mayor desierto demográfico de Europa no está en Siberia ni en Laponia? Está a tan sólo 100 km.de la megalópolis madrileña, ent)re Guadalajara, Soria y Teruel. Desequilibrios como ese son los que me acabaron de acercar al castellanismo . Algún medio extranjero se hizo eco de esta triste realidad, ante la indiferencia de los propios españoles, y lo peor aún, de los habitantes de la España interior y rural.

(3) A los hechos me remito. El español medio ha dado la espalda a sus propias raíces, salvo en alguna región en la que precisamente el problema es la antítesis, chauvinista y nacionalista excluyente. Y ya no sólo nos vamos suicidando en los cultural, sino en lo demográfico, con una tasa de natalidad de las más bajas del mundo. Y la solución que plantean los medios “progres” (léase el País”) es traer millones de inmigrantes “a pagar la Seguridad social” en vez del fomento de la natalidad o evitar el éxodo de jóvenes (y no tan jóvenes) autóctonos

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