sábado, 12 de abril de 2014

Abuela Victoria 1898-1997

ABUELAVICTORIA

Victoriana Serrano Blanco vino al mundo en el emblemático y convulso 1898.

Descendiente de varias generaciones de “gatos” (1) y de cultivadores de azafrán de Quintanar de la Orden (Toledo).  Su padre era militar y su sufrida madre se dedicaba a tener hijos. Trece tuvo, y en el parto del último perdió la vida. Mi abuela y sus doce hermanos quedaron al cargo de su padre que casó en segundas nupcias. Su madrastra nunca les trató bien, ni a ellos ni a su propia hija.

Así que podemos decir que la infancia de mi abuela materna no fue feliz, ni sencilla.

Ya de joven conoció a mi abuelo, empleado de banca con inquietudes políticas y preocupado por la Justicia Social. Se casaron, tuvieron cuatro hermosos hijos, a los que empezaron a criar en el madrileño barrio de Argüelles, hasta que llegó la 2ª república y la guerra (in)civil.

Tras el desenlace de la misma mi abuelo materno, defensor idealista y honesto del bando republicano se vio abocado al exilio. Mi abuela quedó en España con sus hijos, tras diversas vicisitudes (la guerra, al estallar en verano, sorprendió a mi madre en zona nacional/El Burgo de Osma, donde conocería a mi padre; el resto de la familia estaba en zona republicana, pero separados también).

La dura postguerra y el ser “viuda” de un “rojo” no fue un camino de rosas. Pero como tantas mujeres y hombres de aquellos tiempos difíciles, supo salir adelante. Luchando mucho y sufriendo.

Cuando yo vine a este mundo, ella ya era mayor. Siempre la conocí anciana, pero una anciana longeva y con una vitalidad y salud envidiables.

Siempre la recordaré en su habitación: mantas de ganchillo, cuadros de tiempos pasados, sillón de orejas y quina santa Catalina. O con su bastón, paseando por el barrio y hablando con unos y otros.

Llegó a celebrar los 90 años en compañía de sus hijos, nietos y bisnietos. Y ya se veía celebrando los 100 cuando a los 99 años una repentina afección respiratoria la recluyó en la vieja casa familiar en la que se crió toda mi familia y yo mismo. Ya no volvería a salir por su propio pie. Sus cenizas fueron esparcidas, siguiendo su voluntad, sobre un lugar indeterminado de la cuenca alta del río Manzanares.

Hoy hace 17 años que mi abuela materna nos dejó. Pero todavía la recuerdo. Y sus demás nietos seguro que también. Y pienso en la vida que tuvo, quizá no la que quiso, pero sí que supo pelear por los suyos y sacarlos adelante ella sola.

Descansa en paz, abu, sé que algún día nos volveremos a ver.

(1)oriundos de Madrid

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