sábado, 7 de diciembre de 2013

De súper-chefs y tortilla de patatas


Empezaron con los concursos para “descubrir” nuevos talentos de la canción. Después les tocó a otros colectivos. Y ahora a los súper-cocineros.

El caso es que la televisión, fiel reflejo y co-responsable de la podredumbre moderna, siempre tiene un concurso a mano de “números uno” en lo suyo. Estados Unidos, Japón…países en los que la competitividad es un culto religioso y donde los conceptos “ganador/perdedor” son una obsesión, nos han contagiado de ese afán por “ser el mejor”: el mejor chef, el mejor cantante, el mejor…otra cosa es plantearse quién juzga y quién decide qué o quién es lo/el mejor.

Porque para mi, por ejemplo, el mejor músico no es el que más discos vende, ni creo que las Artes en general sean algo cuantificable en términos de éxito o ventas. Cuantificable, sí que lo son. Pero ¿quién es el perdedor y quién el triunfador? John Kennedy Toole, Robert Johnson o  Van Gogh no conocieron el éxito en vida. La obra de El Greco fue denostada durante siglos, hasta que recuperó el lugar que le corresponde en el Olimpo de nuestros pintores. Y podríamos seguir.

¿Qué es el éxito? ¿La fama? ¿la riqueza?

Esta competición no es la mía. Para mí un triunfador fue mi padre. Un hombre sencillo, que hacía bien su modesto trabajo. Un luchador por su familia.
No me gustan los platos complicados, ni las poses, ni el esnobismo de este mundo moderno que cada vez me asquea más.

Yo no sé cocinar platos complicados y “cool”. Prefiero una buena tortilla española. Y eso se me da muy bien.



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